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Figura clave del videoarte en Latinoamérica, Lotty Rosenfeld (Santiago de Chile, 1943-2020) fue autora de una obra inclasificable radicada en la confluencia de su lucha política frente a la violencia de estado y de una concepción de las imágenes como espacio de libertad imprescindible para transformar el presente.
En un momento, como fueron los años de dictadura, en el que las calles estaban vetadas a todo tipo de manifestación ciudadana y el registro fílmico o fotográfico prohibido, su trabajo eclosionó a través de una serie de intervenciones en el espacio público que desafiaban el silenciamiento impuesto por el poder político-militar, a la vez que interpelaban a la comunidad a imaginar otras formas de participación colectiva. La pregnancia de sus primeros gestos marcó toda su obra posterior, en la que siguió ahondando en las aristas más conflictivas de las políticas neoliberales.
Uno de los centros vitales de su práctica artística consistió en situarse con su cuerpo donde no estaba previsto estar. Más específicamente, señalar aquellos signos cuyo poder para organizar la economía de la vida había sido naturalizado hasta hacerse invisible a todo cuestionamiento crítico. Desde esos puntos, elegidos con precisión quirúrgica, Rosenfeld intervino generando con sus acciones y el movimiento de sus imágenes olas de interferencias cuyos efectos fueron, y siguen siendo, fundamentales.
La bolsa de comercio de Santiago, espacios transfronterizos, casas de empeño o los centros de máximo poder institucional fueron algunos de los emplazamientos donde decidió trabajar con el propósito de cuestionar las lógicas y los mecanismos con las que se instauran la desigualdad social, la exclusión, la normatividad de las conductas o del género. Es en este sentido que su obra audiovisual, caracterizada por un radical entrecruzamiento de materiales, lenguajes y archivos, opera como un auténtico bypass, abriendo una posibilidad allí donde la vida y sus fuerzas imaginantes han quedado obstruidas.
Aunque sujeta a cambios, la entrada grupal a la exposición del Círculo de Bellas Artes incluye también el acceso a la azotea, desde donde se puede disfrutar de una de las mejores vistas panorámicas de Madrid.
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