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Mapa de los afectos

Laboratorio creativo para crear y recrear recuerdos
Apropa Cultura Balears

Hay recuerdos que regresan a través de una imagen,
de una palabra dicha con calma,
de un gesto compartido.

El aumento de la esperanza de vida de la población y el envejecimiento que ello conlleva han provocado un incremento en el número de casos de deterioro cognitivo o demencia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que existe suficiente evidencia sobre el valor potencial de las artes para prevenir las enfermedades mentales y el deterioro físico asociado al envejecimiento. Esto cobra especial relevancia si se tienen en cuenta las proyecciones de la OMS, que advierten que la enfermedad mental será el principal problema de salud a escala mundial en 2030.

El arte está profundamente ligado a los orígenes de la humanidad. Desempeña un papel esencial en la forma en que las personas perciben el mundo, experimentan emociones y se relacionan entre sí. Un aspecto clave es la distinción significativa entre las experiencias de quienes disfrutan del arte como público y quienes asumen el papel de creadores. La creación artística no solo activa diferentes áreas del cerebro, sino que también incorpora un componente emocional de gran relevancia.

Inspirado en la iniciativa Fotomemòries del Museo de Sant Cugat, el pasado mes de noviembre se puso en marcha el laboratorio creativo para crear y recrear recuerdos titulado Mapa de los afectos, que este año ha celebrado su segunda edición. El proyecto nace con el objetivo de dar respuesta, desde el arte y la cultura, a personas con Alzheimer y a sus familiares, partiendo de la idea de que el arte, la palabra y la fotografía pueden utilizarse como estímulos para la memoria y como vías de conexión emocional.

Se trata de una iniciativa impulsada por el Museo de Historia de Manacor y Es Baluard Museu, en el marco de la red Apropa Cultura Balears, con el apoyo de la Fundación “la Caixa” a través de Acción Social de CaixaBank.

El proyecto Mapa de los afectos, creado y diseñado por Sara Fernández Díaz, de Ennigulart Laboratorio Creativo, se desarrolla desde hace años como un espacio de experimentación y encuentro en torno al arte y la memoria. En esta segunda edición, tal como explica la creadora del proyecto, se ha puesto un énfasis especial en invitar a los participantes no solo a recibir, sino también a hacer, crear y producir.

Este paso del espectador al creador aporta un valor añadido profundamente placentero y reconfortante, favoreciendo que las personas se sientan validadas, capaces y plenamente activas. A través del proceso creativo, el Mapa de los afectos se construye entre todas las personas que participan en él, generando una conexión intensa y significativa, aun cuando el trabajo se desarrolle en pocas sesiones.

Además, el hecho de poder llevarse físicamente las creaciones permite que la experiencia continúe más allá del taller, estableciendo puentes con la residencia, con las compañeras y con el entorno familiar. Algunos participantes explicaban, por ejemplo, que regalaron sus piezas a sus hijos, reforzando así la sensación de sentirse productivos, válidos y capaces, al tiempo que se fomenta la comunicación, la interacción social y la resignificación de los recuerdos.

El proyecto también ha sido vivido con gran emoción por parte de las instituciones y centros participantes. Desde el Museo de Historia de Manacor destacan que «nunca es tarde para descubrir y experimentar», una idea que resume el espíritu del laboratorio creativo y la capacidad del arte para abrir nuevos caminos, independientemente de la edad o de la situación vital.

Desde Es Baluard Museu, la experiencia ha puesto de manifiesto el poder del arte como lenguaje universal. A través de la música, que trasciende idiomas y niveles culturales, se generó una conexión profunda e íntima con los participantes. La audición de un preludio de Chopin despertó recuerdos y emociones, especialmente en aquellas personas que habían sido músicos, quienes se dejaron llevar por la melodía con el cuerpo, evidenciando una relación viva y personal con la música.

La conexión se extendió también a la arquitectura y al patrimonio. Al compartir la historia del Baluarte de Sant Pere, todos los participantes establecieron vínculos con la muralla, explicando los cambios que habían observado a lo largo de los años y relacionándolos con sus propias vivencias. La arquitectura, como patrimonio inamovible, se reveló así como un hilo conductor entre la historia colectiva y la historia personal, capaz de conectar distintas generaciones a través de la memoria y de la experiencia vivida.

El impacto del proyecto también se ha hecho evidente en las residencias y centros de día de Palma y Manacor participantes. Tal como comentaba Tina, acompañante del grupo de la Llar del IMAS de General Riera, «todos nuestros residentes preguntan cuándo pueden volver». Una reacción que pone de manifiesto el valor de esta experiencia tan enriquecedora, junto con el deseo de poder repetirla y con las puertas de la Llar abiertas a futuras colaboraciones.

Nunca es tarde para descubrir y experimentar.
Y cuando la experiencia termina, permanece el deseo de volver.